¿Por qué tenemos esa manía de ser tan tradicionales, incluso cuando no queremos o no nos gusta? ¿Por qué nos imponemos lo que es tendencia? ¿Por qué nos empeñamos en elegir por nuestros seres queridos?


Estas preguntas me vienen a la cabeza cuando pienso en ceremonias. Parece que hay que cumplir con los estereotipos -menos mal que ya estamos en el siglo XXI y cada vez más hacemos lo que nos da la gana, somos más liberales y estamos más hartos de las normas-. Respeto a los tradicionales, pero no entiendo a los que van de conservadores que si rebuscas en su interior te das cuenta que en verdad no comparten los ideales.
Hablo por ejemplo de los entierros. De verdad, seguro que alguna vez ese familiar en su vida ha mencionado si quiere ser incinerado o enterrado, qué frase pondría en su lápida, o, incluso, hasta que música le gustaría que acompañara a su despedida. ¿Es necesario emperrarnos en no hacerlo realidad? Oye, que si uno quiere una frase extravagante y una canción movidita, ¿por qué oponerse? Que no todo el mundo ve la muerte como algo trágico, sino como un proceso más de la vida; que no todas las personas le tienen miedo, incluso, algunos que se quedan en tierra viven menos que el que les ha dejado.
Sí, es un tema un poco escalofriante de tratar para algunos, pero hagámoslo natural. En mi caso yo solicito Gracias a la vida de Violeta Parra y en mi lápida pondría: «Solo muere lo que olvidas». ¿Qué opináis vosotros?

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